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VIDEOPOEMAS

Que no calle la noche, David Mariné.

Videopoema realizado por Lluís Espinosa.

Atrás queda Praga, Francisco de Paula.

Lectura de su obra "Entretenimientos Culpables" en el Pub Sándalo, Granada. 

Atrás queda Praga

Te observaba de lejos, en aquel colchón sobre el suelo alejado del mío. Hacía casi un día me abandonaste en un café del barrio judío aunque me permitieras pasar la noche en tu casa sabiendo que no tenía adonde ir. Para consolarme dijiste que siempre quise conocer esta ciudad sin reparar en que el único país que amaba era tan pequeño como la manta que nos cubría. La misma que te envolvía entonces. Ella te convertía, vista desde allí, en ese arrecife hasta donde nadas tantas veces de pequeño pero que años después, de vuelta a la playa, eres incapaz de recordar a qué animal te evocaba su silueta.

 

Al acercarme a la ventana frente a la antigua comisaría comunista, me di cuenta que era casi diciembre y toda Praga se me seguía resistiendo a nevar. Supe entonces que no nevaría hasta que me fuera. Tampoco lo hizo la noche anterior, cuando caminaba borracho sin preocuparme los carteristas del Puente de Carlos ni las promesas de calma que a esas horas el Moldava ofrece a los bohemios.

 

Me asignaron un departamento vacío en el tren de regreso. Allí pude continuar leyendo un libro que ya me era absurdo y mirar por la ventanilla un paisaje que sospeché me odiaba. Daba lo mismo, las vías siempre me parecieron cicatrices.

 

En ese vagón me pregunté también si todo lo que fuimos no será pronto anécdotas que contar al nuevo amante al que otorgues el privilegio de agotarte. Discúlpame, pero es que no puedo olvidar tu comportamiento en la despedida. No deberían negarse a nadie los besos de estación; todos tienen algo de última voluntad.

 

Llego a casa, confín cercano, y busco en la emisora música para deshacer maletas. Julio Sosa canta “Mano a mano” por la radio y suena a conjuro. Me digo que te sobreviviré, que con el tiempo serás apenas ese dolor de herida vieja las noches que el frío aprieta. Tu nombre en salpicaduras de llanto, manchando la camisa que llevaba durante la sucia reyerta de olvidarte, pero nada más.

Antes de eso quiero decirte algo aunque no lo creas, aunque te haga reír, aunque lo tomes como la última ocurrencia de este escritor de tercera que una vez te quiso en cuerpo y sombra: Sé que Praga se construyó para cercarnos. ​

Que no calle la noche

que no calle este poema que no es de nadie
y si después de la noche existo
que la sequedad de mi boca se acode frente al alcohol
en un pulso de cobardía infatigable.

tres de la madrugada y apuñalado consigo mirarme al espejo
un rato largo,
pero mi voz no me reconoce
ya soy un navío viejo o esto es lo que ven mis ojos.

a dónde me dirijo?​

a una zona reservada seguro que no,​

soy asno de carga y descarga libre de franja horaria​

y permanezco frente a mí en un momento vagabundo,
ahora que todos duermen y nadie castiga al amor
arqueado y triste como una prostituta congelada.

sin embargo lo que escribo no resulta brillante
y no deseo intentarlo más
estoy cansado y me apetece salir a beberme
a escupir trozos de hígado con nombre y apellido ruso
soy yo el que defiende mi propio suelo,
soy yo el pesado fusil que carga sobre la espalda,
si supieras qué bien se aprende de la soledad,
es una niña indestructible que no deja de hurgar las narices
un anciano alucinógeno,
un tumulto indescriptible de murallas.

yo no he inventado nada,
lo sé,
pero a veces veo pasar poemas tan hermosos,
tan desnudos,
tan espléndidos,
como el chapoteo de Myrtis
lloviendo requiem for a dream en el pasillo del metro,
y me acerco a su guitarra,
a un principio de libertad
que dura diez años y un medio,
tres acordes,
dos pulgadas,
un eterno,
el tiempo para escribirte suave
o el tiempo para escribirte deshecho

pero que no calle la noche
que siempre saldré a buscarte
que hay sombras que no se detienen
cuando en la calle no hay nadie.

Desnuda, poema de Javier Velaza, por David Mariné.

Desnuda tú, la noche cicatriza
como restablecida por un bálsamo.
Mi miedo tiene miedo y huye a guarecerse
en la cueva sinuosa del recuerdo.
Desnuda
tú, se instaura un dominio tranquilo, ese oasis
regado por el dócil caudal del abandono.

Las cosas son allí como las cosas
habrían de ser, pan es el pan y el vino
adormece el dolor de vida que me punza
como plaga intestina de alfileres.
Allí mi patria es sólo tu perímetro,
y no hay pleamar que venga a zozobrarme,
y allí se acaba todo y todo empieza y todo
permanece.

Así las cosas,
desnuda tú.

Pero después te vistes.
Cuánto aborrezco yo que tú te vistas,
que te vayas poniendo una a una
esas abominables prendas del desconsuelo
-tus braguitas del pánico, una blusa
color incertidumbre, calcetines
de guerras y la falda
inconsútil de la ofuscación-.
De mundo te me vistes, de catástrofe,
y debes de saber que lo detesto,
porque usas de un sigilo escrupuloso entonces,
y yo me hago el dormido y me pregunto
qué males cometí para tanta condena,
qué inicua ley es esta que le pone
tasa a tu desnudez
y a la alegría.

Hay que hacer perdurable este espejismo.
Tenemos que excavar un foso a dentelladas
y erigir con las uñas murallas colosales.
Y yo seré un ejército sanguinario.
Y haremos
de esta pequeña cama una trinchera
donde tú estés desnuda para siempre.

 

Poema Inempezado de Francisco de Paula.

Recitado por Júlia Roig

 

Ser en la caída, Vera Eikon.

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No lo entiendo. Si sé que nos hicimos monstruos el uno al otro, terribles bestias de calor empeñadas en empañar cualquier cristal que se nos acercara a menos de un gemido de distancia. No lo entiendo. Si una noche, borrachos como reyes, me cogiste de la mano para meterme en no sé qué edificio oficial y follar en el ángulo muerto de las cámaras de vigilancia. Y girabas la cabeza para mirarme. Y me llamabas hijo de puta. No lo entiendo. Si en cada caricia nos cavábamos con la misma rabia con la que cavan los vencidos delante de las escopetas, si nos mordíamos en un idioma diferente cada vez, si les sacamos los ojos a todos los huracanes que quisieron derribarnos… No lo entiendo. No entiendo que permitamos que lo poco que queda de aquello continúe arrastrándose y pidiéndonos carne. Perro enfermo, exhausto y ciego, que no tenemos el coraje de sacrificar.


 

Este cuerpo
que es la medida de tus brazos
se forjó en la caída
Tantos pasos
que no dejan huellas en el barro
hasta llegar
Ya no hay rastro en mis rodillas
de las magulladuras que hoy
desembocan tus labios
La herida es eso abierto en lo invisible
Huracán que nos devasta sin nombre

 

Oficio de tinieblas, Jorge J. Molina.

Albayzín, Granada.

                                (Boris Vian style trumpet)

 

                                         Hace sol en la calle
            Me gusta el sol pero no me gusta la calle

                                                               B.V.

 

El sol baila un tango

afuera, en la calle.

Yo me compro un traje

sin luces, de sombras.

Valses amarillos

e histriones de luz

alzan capiteles

sobre los sudarios

de la carretera.

 

Hay sol en las bocas

y la gente baila

son de tangos rubios.

 

Hay gente en los bares

y puestas de sol

detrás de sus venas.

 

Me visto de sombras

y no salgo afuera.

No entiendo de luces,

tampoco a la gente.

Y el sol levantado

baila hermosos tangos

de nubes y esferas

por todos los sótanos

y pistas redondas

del cielo y la tierra.

 

 

Cierro los postigos

y tan sólo espero

a que palidezca

el absurdo día

para recoger

de todos los sótanos

huellas de ceniza,

luces de mentira

y pájaros negros

para perseguir

obscena soberbia,

ánima infecunda

y palabra ciega

que interprete el mundo

en mi tosco oficio

de traje sin luces

y haces de tinieblas.

 

La luna baila un vals

dentro, en mi cabeza.

Yo no quiero trajes,

en piel de penumbra

abro los postigos

y baila mi sombra

por fin libre de luz,

por calles y aceras.

Sarco Lange

hace un mes
que me estoy muriendo de distancia
hace un mes
que los relojes yacen detenidos
hace un mes
que los años
hace un mes
que tus pájaros
que la tragedia

hace un mes
que fueron seis meses
y hoy buscando tus ojos
al interior de un faro enmudecido
me ha salido una llaga al medio de las sombras
y no puedo beberte el sudor
ni el poema

hace un mes
que ya no hay vida
revuelvo el baúl de la memoria
para ver si me suicido
en un beso de corales y tu nombre

hace un mes
que no tolero ya los meses

me he vuelto atroz
como las piedras que sueñan con ser agua
tengo once dedos
para tantos puñales

he cortado las flores
que morían dentro de una vela
las he dejado arriba de mi frente
para poder pensarte, recordarte
arañarte a mordidas mientras caigo
sufrirme en primavera
intoxicado de tu boca
que está gritando algo
y no acabo de entenderlo

decir te amo
es acariciarte la mejilla
dibujarte un soplo en las encías
y dispararme mil océanos de greda
en una tarde nublada
que sigue oliendo a ti, mi amor


Eleanor Smith

poema: será Patti Smith, quizás

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